Enzo Sauli: corazón de vendedor, alma de costurero

Tiene 39 años y de la nada, a los 18, dio la puntada inicial para crear su propia PyME. La historia del pibe que no se fue de viaje de egresados para comprar una máquina de coser y zambullirse en el océano de la industria textil.

No había excusa para que un pibe de 18 años – tal vez con algunos sueños postergados por la vida y sus vueltas –no armara el bolso y se fuera de viaje de egresados. Porque justamente para ese momento cúlmine del estudiante del secundario, él había juntado peso por peso vendiendo churros con el sueño de llegar a las playas de Camboriu y dilapidar el dinero en alcohol y fiestas.


Algunos meses antes, atrapado por la necesidad de salir adelante y convencido de que no quería seguir estudiando una carrera universitaria, porque tampoco tenía apoyo económico, tuvo en claro que lo suyo sería definitivamente el trabajo y no los libros.
Estaba en el velorio del “gordo” Gadán, un tío que le había enseñado algunos secretos de la venta ambulante, los choripanes, los copos de nieve y las papas fritas en las ferias. Y en medio de un cabezazo de madrugada, dormitando en un sillón, entre el café y los caramelos que abundan en las despedidas de los difuntos, se despertó con una idea que le sacudió la mente: vender buzos para egresados en los secundarios de Allen. Entonces, al otro día y sin saber absolutamente nada de la industria textil, se metió en ese mundo complejo de la aguja y el hilo, la tela y los cortes.

“Lo único que sabía era que quería laburar, no iba a seguir estudiando porque no era lo mío . Y con mi buzo de egresado, el que había comprado para mi egreso, como muestra, me largué a vender en los colegios. No me fue mal porque la primera vez vendí 90 de un tirón. El tema era que no sabía cortar la tela ni coser (se ríe), entonces busqué a un tallerista en Cipolletti que los confeccionaba y me los entregaba”, recuerda Enzo “el gringo” Sauli.

Cuando el tallerista vio que los volúmenes de venta de Enzo crecían y la aventura del pibe se transformaba en un negocio, le ofreció que en vez de vendedor fuera su comisionista. A Enzo no le cerró la ecuación y el trato con el tallerista se terminó. Lejos de rendirse y aún sin mucha idea sobre la confección, armó un tallercito propio en el quincho de la casa de su abuelo Sauli, sobre la calle Misiones. Su tío José fue uno de los primeros en confiar en él y le sacó un crédito de 3.000 pesos, que luego devolvió, y con el que pudo comprar sus primeras máquinas de coser. También “el Colo” Néstor Roberts, el papá de un amigo de la secundaria, le prestó dinero en un momento en el que tenía que sumar máquinas para avanzar con el proyecto. “No tenía porqué hacerlo, el Colo lo hizo de corazón – dice mientras se le empañan los lentes por las lágrimas y la emoción le anuda la garganta”.

El “taca taca” de la máquina de coser que a toda hora retumbaba en el par de metros cuadrados del quincho en el fondo de la casa del abuelo Sauli, fue el inicio de lo que actualmente es “Alternativa Patagónica”, la PyME textil de Enzo y su familia que hoy – después de mucho esfuerzo y trabajo responsable – atiende a empresas líderes del sector de los hidrocarburos, la fruticultura y otros rubros. En total, entre la fábrica y los talleres que toman trabajo tercerizado, 15 familias viven de lo que produce “Alternativa Patagónica”: mamelucos, buzos, camperas, remeras, camisas y un sinfín de prendas y accesorios para el trabajo de los obreros. Todo lo empuja junto a Sole Rayneli, su compañera de vida y la mamá de sus hijos, quien llegó a su vida e hizo crecer el proyecto productivo.

a fábrica, ubicada sobre el acceso Amadeo Biló, en el ingreso a Allen, atraviesa actualmente una expansión edilicia que sumará oficinas y un showroom para una mejor atención al cliente. “Quiero crecer, pero hasta el límite de la vereda de esta ampliación que estamos haciendo. Mi idea es poder seguir disfrutando de mis hijos, de Sole, mi mujer, ir a buscarlos a la escuela, darles el tiempo que necesitan, y andar en bici… cuando puedo. No me desvive la ambición del crecimiento, tener una estructura más grande”, asegura.

Enzo es uno de los comerciantes que en Allen ha hecho fuerza para que las empresas que llegan de afuera no pasen por alto el compre local. Y cree en una ciudad que, con una mirada hacia adelante, pueda salir del estancamiento. “Cada ladrillo que pego lo hago acá porque esta es mi ciudad y me duele cuando la veo estancada. Hay que acompañar, ponerse de acuerdo, dejar de pelearnos entre nosotros mismos. Tampoco debe ser fácil estar al frente del pueblo, estoy convencido de que la Intendenta debe tener que sortear muchos obstáculos cuando se define una obra. Es una señora que se hizo y se crió en Allen y estoy seguro de que quiere lo mejor para su ciudad, pero debe tener mil trabas”, agrega.


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